Se nos ha dicho muy sabiamente que tenemos noventa y siete por ciento de SUBCONCIENCIA y TRES POR CIENTO DE CONCIENCIA.
Hablando francamente y sin ambages,
diremos que el noventa y siete por ciento de la Esencia que en nuestro
interior llevamos, se encuentra embotellada, embutida, metida, dentro de cada
uno de los Yoes que en su conjunto constituyen el "Mi Mismo".
Obviamente la Esencia o Conciencia
enfrascada entre cada Yo, se procesa en virtud de su propio condicionamiento.
Cualquier Yo desintegrado libera
determinado porcentaje de Conciencia, la emancipación o liberación de la Esencia o Conciencia,
seria imposible sin la desintegración de cada Yo.
A mayor cantidad de Yoes
desintegrados, mayor Auto-Conciencia. A menor cantidad de Yoes desintegrados,
menor porcentaje de Conciencia despierta.
El despertar de la Conciencia sólo es
posible disolviendo el YO, muriendo en sí mismo, aquí y ahora.
Incuestionablemente mientras la Esencia o Conciencia este
embutida entre cada uno de los Yoes que cargamos en nuestro interior, se
encuentra dormida, en estado subconsciente.
Es urgente transformar al
subconsciente en consciente y esto sólo es posible aniquilando los Yoes;
muriendo en sí mismos.
No es posible despertar sin haber
muerto previamente en sí mismos. Quienes intentan despertar primero para luego
morir, no poseen experiencia real de lo que afirman, marchan resueltamente por
el camino del error.
Los niños recién nacidos son
maravillosos, gozan de plena auto-conciencia; se encuentran totalmente
despiertos.
Dentro del cuerpo del niño recién
nacido se encuentra reincorporada la
Esencia y eso da a la criatura su belleza.
No querernos decir que el ciento
por ciento de la Esencia
o Conciencia esté reincorporada en el recién nacido, pero si el tres por ciento
libre que normalmente no está enfrascado entre los Yoes.
Sin embargo, ese porcentaje de
Esencia libre reincorporado entre el organismo de los niños recién nacidos, les
da plena auto-conciencia, lucidez, etc.
Los adultos ven al recién nacido
con piedad, piensan que la criatura se encuentra inconsciente, pero se
equivocan lamentablemente.
El recién nacido ve al adulto tal
como en realidad es; inconsciente, cruel, perverso, etc.
Los Yoes del recién nacido van y
vienen, dan vueltas alrededor de la cuna, quisieran meterse entre el nuevo
cuerpo, pero debido a que el recién nacido aún no ha fabricado la personalidad,
todo intento de los Yoes para entrar en el nuevo cuerpo, resulta algo más que
imposible.
A veces las criaturas se espantan
al ver a esos fantasmas o Yoes que se acercan a su cuna y entonces gritan,
lloran, pero los adultos no entienden esto y suponen que el niño está enfermo o
que tiene hambre o sed; tal es la inconsciencia de los adultos.
A medida que la nueva personalidad
se va formando, los Yoes que vienen de existencias anteriores, van penetrando
poco a poco en el nuevo cuerpo.
Cuando ya la totalidad de los Yoes
se ha reincorporado, aparecemos en el mundo con esa horrible fealdad interior
que nos caracteriza; entonces, andamos como sonámbulos por todas partes;
siempre inconscientes, siempre perversos.
Cuando morimos, tres cosas van al
sepulcro: 1) El cuerpo físico. 2) El fondo vital orgánico. 3) La personalidad.
El fondo vital, cual fantasma se va
desintegrando poco a poco, frente a la fosa sepulcral a medida que el cuerpo
físico se va también desintegrando.
La personalidad es subconsciente o
infraconsciente, entra y sale del sepulcro cada vez que quiere, se alegra
cuando los dolientes le llevan flores, ama a sus familiares y se va disolviendo
muy lentamente hasta convertirse en polvareda cósmica.
Eso que continúa mas allá del
sepulcro es el EGO, el YO pluralizado, el mí mismo, un montón de diablos dentro
de los cuales se encuentra enfrascada la Esencia , la Conciencia , que a su tiempo y a su hora retorna,
se reincorpora.
Resulta lamentable que al fabricarse la
nueva personalidad del niño, se reincorporen también los Yoes.
Samael Aun Weor
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