Un hombre es
lo que su vida: si un hombre no trabaja su propia vida, está perdiendo el
tiempo miserablemente.
Solo
eliminando los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos, podemos
hacer de nuestra vida una obra maestra.
La muerte es
el regreso al principio de la vida, con la posibilidad de repetirla nuevamente
en el escenario de una nueva existencia.
Las diversas
escuelas de tipo pseudo-esoterista y pseudo-ocultista sostienen la teoría
eterna de las vidas sucesivas, tal concepto está equivocado.
La vida es
una película; concluida la proyección, enrollamos la cinta en su carrete y nos
la llevamos para la eternidad.
El reingreso
existe, el retorno existe; al volver a este mundo proyectamos sobre el tapete
de la existencia la misma película, la misma vida.
Podemos
sentar la tesis de existencias sucesivas; más no de vidas sucesivas porque la
película es la misma.
El ser
humano tiene un tres por ciento de esencia libre y un noventa y siete por
ciento de esencia embotellada entre los yoes.
Al retornar
el tres por ciento de esencia libre impregna totalmente al huevo fecundado;
incuestionablemente continuamos en la semilla de nuestros descendientes.
Personalidad
es diferente; no existe ningún mañana para la personalidad del muerto; esta
última se va disolviendo lentamente en el panteón o cementerio.
En el recién
nacido solo se haya reincorporado el pequeño porcentaje de esencia libre; esto
da a la criatura auto-conciencia y belleza interior.
Los diversos
yoes que retornan dan vueltas alrededor del recién nacido, van y vienen
libremente por doquiera, quisieran meterse dentro de la maquina orgánica más
esto no es posible en tanto no se haya creado una nueva personalidad.
Conviene
saber que la personalidad es energética y que se forma con la experiencia a
través del tiempo.
Escrito está
que la personalidad ha de crearse durante los primeros siete años de la
infancia y que posteriormente se robustece y fortifica con práctica.
Los yoes
empiezan a intervenir dentro de la máquina orgánica poco a poco a medida que la
nueva personalidad se va creando.
La muerte es
una resta de quebrados, terminada la operación matemática lo único que continúa
son los valores (esto es los yoes buenos y malos, útiles e inútiles, positivos
y negativos).
Los valores
en la luz astral se atraen y repelen entre sí de acuerdo con las leyes de la
imantación universal.
Nosotros
somos puntos matemáticos en el espacio que servimos de vehículos a determinadas
sumas de valores.
Dentro de la
humana personalidad de cada uno de nosotros existen siempre estos valores que
sirven de basamento a la ley de Recurrencia.
Todo vuelve
a ocurrir tal como sucedió mas el resultado o consecuencia de nuestras acciones
precedentes.
Como quiera
que dentro de cada uno de nosotros existen muchos yoes de vidas precedentes,
podemos afirmar en forma enfática que cada uno de aquellos es una persona
distinta.
Esto nos
invita a comprender que dentro de cada uno de nosotros viven muchísimas
personas con distintos compromisos.
Dentro de la
personalidad de un ladrón existe una verdadera cueva de ladrones; dentro de la
personalidad de un homicida existe todo un club de asesinos; dentro de la
personalidad de un lujurioso existe una casa de citas; dentro de la personalidad
de cualquier prostituta existe todo un prostíbulo.
Cada una de
esas personas que dentro de nuestra propia personalidad cargamos, tiene sus
problemas y sus compromisos.
Gente
viviendo dentro de la gente, personas viviendo dentro las personas; esto es
irrefutable, irrebatible.
Lo grave de
todo esto es que cada una de esas personas o yoes que dentro de nosotros vive,
viene de antiguas existencias y tiene determinados compromisos.
El yo que en
la pasada existencia tuvo una aventura amorosa a la edad de los treinta años,
en la nueva existencia aguardará tal edad para manifestarse y llegado el
momento buscará a la persona de sus ensueños, se pondrá en contacto telepático
con la misma y al fin vendrá el reencuentro y la repetición de la escena.
El yo que a
la edad de cuarenta años tuvo un pleito por bienes materiales, en la nueva
existencia aguardará tal edad para repetir la misma comidilla.
El yo que a
la edad de veinticinco años se peleó con otro hombre en la cantina o en el bar,
aguardara en la nueva existencia la nueva edad de veinticinco años para buscar
a su adversario y repetir la tragedia.
Se buscan
entre sí los yoes de uno y otro sujeto mediante ondas telepáticas y luego se
reencuentran para repetir mecánicamente lo mismo.
Esta es
realmente la mecánica de la Ley de Recurrencia, esta es la tragedia de la vida.
A través de
millares de años los diversos personajes se reencuentran para revivir los
mismos dramas, comedias y tragedias.
La humana
persona no es más qué una máquina al servicio de estos yoes con tantos
compromisos.
Lo peor de
toda esta cuestión es que todos estos compromisos de la gente que llevamos en
nuestro interior se cumplen sin que nuestro entendimiento tenga previamente
alguna información.
Nuestra
personalidad humana en este sentido parece un carro arrastrado por múltiples
caballos.
Hay vidas de
exactísima repetición, recurrentes existencias que nunca se modifican.
En modo
alguno podrían repetirse las comedias, dramas y tragedias de la vida sobre la
pantalla de la existencia, sino existiesen actores.
Los actores
de todas estas escenas son los yoes que en nuestro interior cargamos y que
vienen de antiguas existencias.
Si nosotros
desintegramos a los yoes de la ira, las escenas trágicas de la violencia
concluyen inevitablemente.
Si nosotros
reducimos a polvareda cósmica a los agentes secretos de la codicia, los
problemas de la misma finalizarán totalmente.
Si nosotros
aniquilamos a los yoes de la lujuria, las escenas del prostíbulo y de la
morbosidad finalizan.
Si nosotros
reducimos a cenizas a los personajes secretos de la envidia, los eventos de la
misma concluirán radicalmente.
Si nosotros
matamos a los yoes del orgullo, de la vanidad, del engreimiento, de la
auto-importancia, las escenas ridículas de estos defectos finalizarán por falta
de actores.
Si nosotros
eliminamos de nuestra psiquis los factores de la pereza, de la inercia y de la
flojera, las horripilantes escenas de esta clase de defectos no podrán
repetirse por falta de actores.
Si nosotros
pulverizamos los yoes asqueantes de la gula, de la glotonería, finalizarán los
banquetes, las borracheras, etc. por falta de actores.
Como quiera
que estos múltiples yoes se procesan lamentablemente en los distintos niveles
del ser, se hace necesario conocer sus causas, su origen y los procedimientos
Crísticos que finalmente habrán de conducirnos a la muerte del mí mismo y a la
liberación final.
Estudiar al
Cristo íntimo, estudiar el esoterismo Crístico es básico cuando se trata de
provocar en nosotros un cambio radical y definitivo; esto es lo que
estudiaremos en próximos capítulos.
Samael Aun Weor
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