Observación, Juicio y Ejecución, son los tres factores básicos de la disolución. Primero: se observa. Segundo: se enjuicia. Tercero: se ejecuta.
A los espías en la guerra, primero
se les observa; segundo se les enjuicia; tercero se les fusila.
En la interrelación existe
auto-descubrimiento y auto-revelación. Quien renuncia a la convivencia con sus
semejantes, renuncia también al auto-descubrimiento.
Cualquier incidente de la vida por
insignificante que parezca, indubitablemente tiene por causa un actor íntimo en
nosotros, un agregado psíquico, un "Yo".
El auto-descubrimiento es posible
cuando nos encontramos en estado de alerta percepción, alerta novedad.
"Yo", descubierto in
fraganti, debe ser observado cuidadosamente en nuestro cerebro, corazón y sexo.
Un Yo cualquiera de lujuria podría
manifestarse en el corazón como amor, en el cerebro como un Ideal, más al poner
atención al sexo, sentiríamos cierta excitación morbosa inconfundible.
El enjuiciamiento de cualquier Yo
debe ser definitivo. Necesitamos sentarle en el banquillo de los acusados y
juzgarle despiadadamente.
Cualquier evasiva, justificación,
consideración, debe ser eliminada, si es que en verdad queremos hacemos
conscientes del "Yo" que anhelamos extirpar de nuestra psiquis.
Ejecución es diferente; no sería
posible ejecutar a un "Yo" cualquiera, sin haberle previamente
observado y enjuiciado.
Oración en el trabajo psicológico
es fundamental para la disolución. Necesitamos de un poder superior a la mente,
si es que en realidad deseamos desintegrar tal o cual "Yo".
La mente por si misma nunca podría
desintegrar ningún "Yo", esto es irrebatible, irrefutable.
Orar es platicar con Dios. Nosotros
debemos apelar a Dios Madre en Nuestra Intimidad, si es que en verdad queremos
desintegrar "Yoes", quien no ama a su Madre, el hijo ingrato,
fracasará en el trabajo sobre sí mismo.
Cada uno de nosotros tiene su Madre
Divina particular, individual, ella en sí misma, es una parte de nuestro propio
Ser, pero derivado.
Todos los pueblos antiguos adoraron
a "Dios Madre" en lo más profundo de nuestro Ser. El principio
femenino del Eterno es ISIS, MARÍA, TONANTZIN, CIBELES, REA, ADONÍA, INSOBERTA,
etc., etc., etc.
Si en lo meramente físico tenemos
padre y madre, en lo más hondo de nuestro Ser tenemos también a nuestro Padre
que está en secreto y a nuestra Divina Madre KUNDALINI.
Hay tantos Padres en el Cielo
cuantos hombres en la tierra. Dios Madre en nuestra propia intimidad es el
aspecto femenino de nuestro Padre que está en secreto.
ÉL y ELLA son ciertamente las dos
partes superiores de nuestro Ser intimo. Indubitablemente ÉL y ELLA son nuestro
mismo Ser Real más allá del "YO" de la Psicología.
ÉL se desdobla en ELLA y manda,
dirige, instruye. ELLA elimina los elementos indeseables que en nuestro
interior llevamos, a condición de un trabajo continuo sobre sí mismo.
Cuando hayamos muerto radicalmente,
cuando todos los elementos indeseables hayan sido eliminados después de muchos
trabajos concientes y padecimientos voluntarios nos fusionaremos e integraremos
con el "PADRE-MADRE", entonces seremos Dioses terriblemente divinos,
mas allá del bien y del mal.
Nuestra Madre Divina particular,
individual, mediante sus poderes flamígeros puede reducir a polvareda cósmica a
cualquiera de esos tantos "Yoes", que haya sido previamente observado
y enjuiciado.
En modo alguno sería necesaria una
fórmula específica para rezarle a nuestra Madre Divina interior. Debemos ser
muy naturales y simples al dirigirnos a ELLA. El niño que se dirige a su madre,
nunca tiene fórmulas especiales, dice lo que sale de su corazón y eso es todo.
Ningún "Yo" se disuelve
instantáneamente; nuestra Divina Madre debe trabajar y hasta sufrir muchísimo
antes de lograr una aniquilación de cualquier "Yo".
Volveos introvertidos, dirigid
vuestra plegaria hacia adentro, buscando dentro de vuestro interior a vuestra
Divina Señora y con súplicas sinceras podéis hablarle. Rogadle desintegre aquel
"Yo" que hayáis previamente observado y enjuiciado.
El sentido de auto-observación
intima, conforme se vaya desarrollando, os permitirá verificar el avance
progresivo de vuestro trabajo.
Comprensión, discernimiento, son
fundamentales, sin embargo se necesita de algo mas si es que en realidad
queremos desintegrar el "MI MISMO".
La mente puede darse el lujo de
rotular cualquier defecto, pasarlo de un departamento a otro, exhibirlo,
esconderlo, etc., más nunca podría alterarlo fundamentalmente.
Se necesita de un "poder
especial" superior a la mente, de un poder flamígero capaz de reducir a
cenizas cualquier defecto.
STELLA MARIS, nuestra Divina Madre,
tiene ese poder, puede pulverizar cualquier defecto psicológico.
Nuestra Madre Divina, vive en
nuestra intimidad, mas allá del cuerpo, de los afectos y la mente. Ella es por
sí misma un poder ígneo superior a la mente.
Nuestra Madre Cósmica particular,
individual, posee Sabiduría, Amor y Poder. En ella existe absoluta perfección.
Las buenas intenciones y la
repetición constante de las mismas, de nada sirven, a nada conducen.
De nada serviría repetir: "no
seré lujurioso"; los Yoes de la lascivia de todas maneras continuarán
existiendo en el fondo mismo de nuestra psiquis.
De nada serviría repetir
diariamente: "no tendré más ira". Los "Yoes" de la ira
continuarían existiendo en nuestros fondos psicológicos.
De nada serviría decir diariamente:
"no seré más codicioso". Los "Yoes" de la codicia
continuarían existiendo en los diversos trasfondos de nuestra psiquis.
De nada serviría apartamos del
mundo y encerrarnos en un convento o vivir en alguna caverna; los
"Yoes" dentro de nosotros continuarían existiendo.
Algunos anacoretas cavernarios a
base de rigurosas disciplinas llegaron al éxtasis de los santos y fueron
llevados a los cielos, donde vieron y oyeron cosas que a los seres humanos no
les es dable comprender; sin embargo los "Yoes" continuaron
existiendo en su interior.
Incuestionablemente la Esencia puede escaparse
del "Yo" a base de rigurosas disciplinas y gozar del éxtasis, empero,
después de la dicha, retorna al interior del "Mí mismo".
Quienes se han acostumbrado al
éxtasis, sin haber disuelto el "Ego", creen que ya alcanzaron la
liberación, se auto-engañan creyéndose Maestros y hasta Ingresan a la Involución sumergida.
Jamás nos pronunciaríamos contra el
arrobamiento místico, contra el éxtasis y la felicidad del Alma en ausencia del
EGO.
Sólo queremos poner énfasis en la
necesidad de disolver "Yoes" para lograr la liberación final.
Entonces no le queda más remedio
que retornar a un nuevo cuerpo físico, con el propósito de repetir su vida
sobre el tapete de la existencia.
Muchos místicos que desencarnaron
en las cavernas de los Himalayas, en el Asia Central, ahora son personas
vulgares, comunes y corrientes en este mundo, a pesar de que sus seguidores
todavía les adoren y veneren.
Cualquier intento de liberación por
grandioso que este sea, si no tiene en cuenta la necesidad de disolver el Ego,
está condenado al fracaso.
Samael Aun Weor